A Jose, mi sobrina
Parecen las de las cajitas musicales, pero son de piel y hueso. Van de un lado al otro del escenario, hacia atrás y hacia adelante. Se
elevan, quedan en el aire como palomitas blancas. Josefina está entre las más
de dos mil personas que colman la sala Adela Reta del SODRE. Es su primera vez
allí. Desde los seis años soñaba con visitarla. A esa edad comenzó a bailar en
puntitas de pie. Le sale muy bien, perfecto. Como debe ser, dicen los que saben.
Entre la banda sinfónica suenan golpecitos. Son las
zapatillas, indican que los pies se juntan. Josefina está hipnotizada ante
tanta belleza, ante tanto profesionalismo y perfección, tanta entrega. Aunque de eso sabe mucho.
Delante tiene a Giselle, la misma
obra que protagonizó hace siete meses. Un
esfuerzo gigantesco, de esos que vale la pena, dice. Pero que no duran para
siempre.
Es que la vida de una bailarina no es tan sencilla.
Son horas, horas y horas de ensayo. Los tiempos no dan para bailar
estar con la familia, los amigos y estudiar. Y la competencia en el ambiente es
gigantesca, cuenta. “Siempre una quiere ser mejor que la otra y no paran
hasta lograrlo”. Y a los 36 años, el
cuerpo ya no aguanta, como los futbolistas.
Segundo acto: Las bailarinas forman un rombo, primero,
una línea exacta, perfecta, después. Sí, todo es perfecto en el ballet. Quien
no acepte o cumpla esa regla no irá muy lejos.
Y ése, es el ballet de Julio Boca, dice Josefina. El
que todas las bailarinas sueñan con integrar. Los ojos se le abren como bolas
gigantes. Mira, observa, estudia cada movimiento, cada detalle y dos por tres
se le escapa un “qué de más”. Los pensamientos se le cruzan. Le dan ganas de
volver y sueña. Sueña con estar en esas tablas y volar en el aire ante miles de
espectadores.
Como las dos pequeñitas que, a la
salida, sonríen a la cámara imitando a quien está detrás de ellas en una imagen: María Noel Riccetto,
una de las bailarinas principales del SODRE, me explica Josefina. Todas sueñan
con ser ella, bailar como ella, y viajar por el mundo dejando que ordenen los
pies. Porque "bailar es soñar con los pies”.
Fotos: Sala del Teatro Cantegril. Maldonado,
noviembre 2014. Academia de Ballet de Claudia Barbero.
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