domingo, 8 de enero de 2017

Esos aires

Y llegó el verano. Esas fechas en que las calles y las veredas de Montevideo quedan más amplias porque muchos aprontaron sus valijas y se fueron al este. Los balnearios del este tienen un… qué se yo… lo paradisíaco del Cabo, las dunas de Valizas, los pescadores del Diablo, las playas de La Paloma, el fuerte de Santa Teresa… Rocha. Los aires de Rocha. Los de la costa, la de Oro, unos pegaditos al otro: San Luis, La Floresta, Costa Azul, Bello Horizonte, Las Toscas, Cuchilla Alta y cada uno con sus encantos y esas casas que alojaron a los treintañeros o cuarentones en su infancia y están llenas de historias. Esos aires. Punta del Este, para los montevideanos potentados que tienen apartamentos en el balneario más turístico por excelencia, a donde, además, se hacen una escapada durante el año, los fines de semanas de estufa y guiso. Otros aires. Y aquellos que eligen las aguas dulces, lo llano de los ríos, y lo seductor de los campings ya sea porque el bolsillo no da para más o porque armar la carpa y dormir en ella, a los pies del río y al lado la parrilla, tiene lo suyo, aunque haya que ir al baño con el papel en la mano y compartir la ducha. Esos aires. A donde sea que uno vaya, la sensación de libertad es otra, como los aires. Uno se deja llevar, se desparrama en la arena y siente el mar –que no es el de Brasil pero sí verde y envidiable al fin– o el río con los pies en la orilla y el chapuzón de lleno, que revienta el pecho contra el agua y nada y nada, y saca tanto estrés acumulado y respira esos aires. Uno respira otra cosa. Más horas de sueño, de lectura, de atardeceres, de mirar el horizonte debajo de una sombrilla, de familia y amigos, descansa la mente y piensa lo menos posible, y se deja estar. Se siente más libre. Libre, sin relojes que marquen el tiempo. Entonces en las playas no entra un alfiler. Y es verano. Y otro aire se respira. Esos aires. Esos aires.

Kiyú, San José. Febrero, 2014.

No hay comentarios:

Publicar un comentario